
Philippe Halsman (Riga, 1906 – Nueva York, 1979) quedó fascinado por una frase que oyó decir a Diaghilev (fundador de los Ballets Rusos) cuando un joven Jean Cocteau le preguntó que tendría que hacer para poder colaborar con él. Diaghilev le contestó: ¡Sorpréndeme!
He visto sus fotos en Caixaforum de Barcelona, más de trescientas, en las que muestra su primera época en París, sus retratos de personalidades, su delirante colaboración con Dalí y la serie de personajes famosos saltando: Jumpology.
Esta última fue la que consiguió impactarme. Pero no tan solo por las fotos. Sí, es muy interesante ver elevarse del suelo a un presidente de los Estados Unidos como si tuviera hilos de marioneta en los brazos, e impulsarse hacia arriba a una duquesa ligera y segura ante la mirada asustada de su duque, y también sentir el movimiento en el retrato de una conocidísima actriz, el movimiento de su pelo rubio platino y de los flecos de lentejuelas de su vestido; contrastarlo con su inmovilidad, con sus músculos rígidos y sus puños apretados, se ríe sí, pero cuando supo lo que Halsman pretendía con las fotos, no se volvió a dejar fotografiar así sino con muchas condiciones.
“Cuando pido a alguien que salte, su atención se dirige sobre todo al acto de saltar y así cae su máscara” dijo un día él.
Todo eso, aunque genial, en sí mismo, no fue lo que más me sorprendió. Fue la biografía del autor, el cómo empezó la historia. El entender por qué todo son fotos de saltos hacia arriba En ellos los protagonistas contienen la respiración, se impulsan hacia el cielo y suben. Son segundos, quizás un solo segundo lo que dura, pero les fuerza a concentrarse, a querer subir desatendiendo todo lo demás.
Halsman, era un estudiante de ingeniería de 22 años cuando en 1928 viajó con su familia a los Alpes austriacos para pasar las vacaciones. Un día yendo de paseo con su padre, éste tuvo un accidente y murió al caer por un barranco. Philippe fue acusado, sin ninguna prueba, de asesinato y condenado a diez años de prisión en un país en el que empezaba a despuntar el antisemitismo. Su hermana movilizó a intelectuales para liberarlo y consiguió las firmas de Freud, Thomas Mann y Enstein. Lo liberaron, pero él enfermó de tuberculosis y pidió asilo en Francia en donde probó suerte como fotógrafo. Ahí comienza la historia.
Todo empezó por una fatal caída, por un salto hacia abajo. Quizás eso fue lo que le enseñó a volar a él.
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La historia, en sí misma, ya es excepcional. En 2007, un joven investigador de la historia de Chicago, John Maloof, compra a precio de saldo en una subasta de barrio parte de las pertenencias de una anciana desconocida llamada Vivien Maier. Estaban amontonadas en cajas en un almacén porque la mujer tenía la manía de acumularlo todo: sombreros, zapatos, billetes de autobús…
Lo que Maalof no sospechaba es que entre todos aquellos objetos encontraría una caja con una increíble obra fotográfica, con más de 120.00 negativos, películas caseras y grabaciones que cambiarían la historia de la fotografía.
Vivien Maier nació en Nueva York en 1926 y se trasladó a Chicago en 1956 en donde trabajó de niñera. Cuidaba a los hijos de familias acomodadas y los llevaba a pasear por la ciudad, a los parques, yendo siempre acompañada de su cámara. Muchas fotos se quedaron sin revelar porque era algo que pocas veces se podía permitir. Murió en una residencia de ancianos en 2009 sola y sin familia.
Son excepcionales sus fotos de la calle que la encumbran en la cima de la fotografía de la «América urbana». La gente salía natural, podía mirarla a los ojos y a penas percibía que era fotografiada gracias a que usaba una cámara Rolleiflex de medio formato.
Son excepcionales las fotografías de ella misma (…y nosotros creemos que el «selfie» es algo nuevo). En ellas experimentaba con su imagen en infinidad de situaciones y lo hacía a través de los espejos y de los cristales de los escaparates callejeros.
Son excepcionales las fotos en dónde entremezcla lineas, reflejos y personas.
En 2013 Jhon Maalof y Charlie Siskel realizaron la película «Finding Vivian Maier» que fue nominada en 2014 al Oscar al mejor largometraje documental y a los premios BAFTA.
Este es un fragmento de nueve minutos de la película en dónde el mismo Jhon Maalof nos relata el nacimiento del mito.
Hasta el 10 de septiembre de 2016 se puede admirar parte de su obra en la Fundación Colectania de Barcelona. La mayor parte de las fotografías nunca habían sido reveladas, son inéditas incluso para la propia Vivian Maier.