La casa empezó siendo un cobertizo en donde se guardaban las barcas y los aperos de los pescadores de Portlligat, un pueblo a un kilómetro de Cadaqués. Cuando en 1930 Dalí vio la bahía y la pequeña barraca se quedó vinculado a ellas para siempre.
Allí conoció a Gala, por aquel entonces esposa de Paul Eluard, allí se refugiaron cuando su padre no aprobó su relación y vivieron una época de aislamiento y austeridad después de los locos años en París.
El pequeño refugio se convirtió en su verdadera casa, y a lo largo de cuarenta años fueron ampliándola adquiriendo las casetas adyacentes. La vivienda, lo que él consideraba una célula madre fue creciendo y formando “una verdadera estructura biológica”, como decía él.
El espacio se organiza en torno al recibidor, una pequeña sala ocupada por un oso polar disecado y que sostiene un utensilio de pesca a modo de lámpara. A partir de ahí la casa se va ramificando, se enrosca formando un laberinto de espacios irregulares a los que se accede por escalones protegidos con esteras de mimbre.
Las ventanas tanto las interiores como las exteriores son de medidas diferentes y desde todas se ve el mar.

En ella se distinguen tres espacios: La zona cuerpo, intima, doméstica, con el comedor, la cocina, una sala oval con eco en su centro. El dormitorio, en él dos camas, un espejo por donde podía ver reflejado el nacimiento del sol, una jaula grande con pájaros y una más pequeña con grillos.
En la zona mente, la biblioteca, su estudio, su sillón de trabajo, sus gafas y sus pinceles; el almacén de pinturas con algunas de ellas mal cerradas, todo tal y como lo dejó.
La zona espíritu, el jardín mediterráneo en donde hacían vida, se relajaban en una piscina surrealista y recibían a sus invitados.
En el jardín también se encuentra la zona del olivar, su taller al aire libre.
Había estado muchas veces en Porlligat, pero nunca había entrado en la casa. Verdaderamente es mágica, está llena de objetos extraños, no siempre de buen gusto, de animales disecados, abigarrada de peluches, de fotos. Dicen que se conserva igual que estaba (menos los libros), con las flores secas amarillas “siemprevivas” que le gustaban a Gala. Es como el Atanor, como el caldero de dos alquimistas.
Un día de 1982 Gala se cayó en las escaleras del dormitorio y se fracturó el fémur. Murió poco después. Dalí jamás volvió a Portlligat.
“Sorprendente, extraordinaria y nunca vista”. Eso dijo de la casa Josep Pla.

La casa como proyección del ser, la casa útero .
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La casa madre, la casa atanor…
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Un saludo Cordial Juan re & Melba Goméz
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Estuve allí hace tiempo… qué ganas de retornar, gracias por este post. Carme.
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Gracias, bella. El sitio te atrapa, tiene algo que hace que desees quedarte allí. Un abrazo.
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Me ha maravillado el paseo por la casa y me ha recordado la última vez que estuve por allí.
Alberto Mrteh (El zoco del escriba)
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Yo no había estado nunca y me encantó! Un abrazo
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