El origen la palabra «Rangoli» proviene del sánscrito «rang» que significa color y «aavalli» enredadera.
Esos dos elementos se combinan creando una expresión artística que aporta bienestar a todo el que lo contempla y que sirve de protección ante el mal.

Se hacen con pétalos de flores, harina, semillas o arena coloreada. Es un arte efímero que transmite la idea de fragilidad y de provisionalidad de la vida.
Cuenta la leyenda que un sumo sacerdote cayó en la más profunda tristeza tras la muerte de su hijo y que oró a Brahma pidiéndole que devolviera la vida al niño. Brahma conmovido por su dolor pidió a una mujer que dibujara en el suelo el retrato del pequeño, sopló sobre él y resucitó al niño. Así nació el primer rangoli.

Hoy en día los dibujos se realizan a la entrada de las casas para protegerlas de las desgracias y como saludo a los huéspedes. Normalmente los crean las mujeres.

Es una tradición que ha ido pasando de generación en generación porque con la armonía de sus formas y colores reduce la energía negativa y atrae a la buena suerte.
También se dice que empezaron a hacerse porque al barrer el piso de las casas o cubrirlo con estiércol se formaban líneas disarmónicas que rompían los flujos energéticos.
Recuerdan mucho a las estructuras fractales, una figura que se repite formando un todo sin principio ni fin.

Como esta poesía de Rabindranath Tagore:
SERVIR
«Dormía, y soñaba
que la vida era alegría.
Desperté, y vi
que la vida era servicio.
Serví, y vi
que el servicio era alegría.»