Beethoven

Sumergidos en música

«Symphony» es una experiencia audiovisual inmersiva que con las últimas tecnologías llega a lo más hondo de quien se sumerge en ella. Se presenta en Caixaforum de Barcelona de la mano del director de orquesta Gustavo Dudamel y de la Mahler Chamber Orchesta.

Esta instalación es un estímulo para la sensibilidad y la creatividad de quienes la disfrutan.

Consta de dos partes, en la primera asistimos a una proyección en una pantalla que por sus proporciones nos envuelve de la misma manera que lo hace el sonido.

Los sonidos del mar, de una plantación de café y de la vida en Nueva York a través de tres protagonistas van formando músicas que se convierten en sinfonías, hasta que convergen en una orquesta en el Liceo de Barcelona. Según Dudamel los instrumentos de una orquesta están hechos de madera o metal, pero para funcionar necesitan pasión.

Con esa pasión abandonamos la sala para entrar en un espacio con sillones que giran 360 grados, provistos de auriculares y gafas 3D. Cuando nos colocamos las gafas dejamos de ver a los demás, pero yo me los imagino entre los cascos, los auriculares y la mascarilla, que por supuesto todos llevamos, como los guerreros de la guerra de las Galaxias.

Empieza el viaje. Dudamel nos presenta a su orquesta, nos sienta entre ellos, tan cerca que nuestra butaca vibra, se mueve con los violines, con las flautas, con la percusión. Somos seres etéreos, nos podemos desplazar por el espacio, hacia arriba, hacia abajo. Es como nadar en un mar entre acordes y sinfonías. Todo eso nos lleva hacia los océanos de las emociones, algas, anémonas, fuegos artificiales nos envuelven y nos revuelven. Todo de la mano de Beethoven, Mahler y Bernstein.

Maravillosa, hipnótica, genial la inmersión, sobre todo el Mambo de West Side Story con el que finaliza Symphony. Aquí hay una pequeña muestra de ello:

Me quito el casco sin prisas, con la sensación de que ha sido muy corto, de no querer salir de ese mundo mágico. Veo a las demás personas que ocupaban los otros sillones. Me sorprendo, me doy cuenta de que estaban a mi lado, pero no estaban conmigo, que aunque todos hubiéramos sentido emociones similares cada uno estaba aislado en su propio mundo, que en el fondo había sido una experiencia solitaria. Y eso quizás sea a lo que nos lleve el futuro. Me encantó, sí, me gustó muchísimo, pero la idea asusta.

LA SEGUNDA VEZ

Ayer volví a ver la película “El último Concierto”. Me impresionó más que la primera vez, quizás porque al saber lo que esperaba puede descubrir los detalles y ví lo que no se ve:

El concierto Opus 131 de Beethoven. Aquí lo incluyo integro, treinta y ocho minutos concebidos para ser interpretados sin pausas, lo que no permite afinar los instrumentos durante la ejecución de la pieza sino irlos adaptando a las variaciones de los demás músicos. En eso radica parte de su grandeza, es la misma manera con la que se interpreta nuestra vida.

 

 

 

Y un poema: Old Men de Ogden Nash. Una niña,  con su voz infantil, con su capacidad de leer recién estrenada, recita una poesía escrita en un vagón del metro de Nueva York. Nadie le presta atención, ni tan siquiera se dan cuenta de lo que está diciendo:

 

 

VIEJOS

 

La gente espera que los viejos se mueran,

nadie en realidad lleva luto por los viejos.

Los viejos son diferentes. La gente los mira

con ojos que se preguntan cuándo…

La gente los observa con impávidos ojos,

pero los viejos saben cuando un viejo se muere.

 

 

OLD MEN

 

People expect old men to die,

They do not really mourn old men.

Old men are different. People look

At them with eyes that wonder when…

People watch with unshocked eyes;

But old men know when an old man dies.

Ogden Nash (1902-1971)

1322751991_0

Eso de que segunda partes nunca fueron buenas no es siempre verdad.