Danza oriental

El vuelo de Tórtola

«Inteligente, cultivada, esnob, ególatra y libre». Así definió Pilar Queralt a la bailarina Carmen Tórtola Valencia en su libro «Tórtola Valencia».

Carmen Tórtola Valencia (Sevilla, 1882-Barcelona, 1955) fue una de las bailarinas españolas más conocidas de todos los tiempos. A su vez fue su propia coreógrafa, figurinista y escenógrafa. Actriz, pintora y escritora. Su persona siempre estuvo envuelta por un halo de misterio, se decía que era una hija bastarda de la familia real o que su padre había sido un grande de España o un noble inglés que la dio en adopción.

Emigró a Londres con su familia verdadera a la edad de tres años, para volver a España mucho tiempo después y luego ir a Oaxaca ( México) en donde murieron sus padres. Su primera aparición pública como bailarina fue en 1908 en el Gaiety Theatre de Londres.

Hablaba cinco idiomas: inglés, francés, alemán, italiano y español. Entre sus pretendientes figuraban: Gabriele D’Annunzio, El principe de Gales, Alfonso XIII. La retrataron pintores como Zuloaga (1912) y Rafael Penagos (1915).

By Rafael de Penagos, Tortola Valencia. | Art deco illustration, Vintage  poster art, Dance poster
Rafael Penagos, 1915

Enrique Granados compuso para ella «La Gitana». Rubén Darío, Valle-Inclán, Gómez de la Serna, Pio Baroja, entre otros, escribieron artículos y poesías elogiándola:

Iba, en un paso rítmico y felino

a avances dulces, ágiles o rudos,

con algo de animal y de divino

la bailarina de los pies desnudos.

Su falda era la falda de las rosas,

en sus pechos había dos escudos…

Constelada de casos y de cosas…

La bailarina de los pies desnudos.

Bajaban mil deleites de los senos

hacia la perla hundida del ombligo,

e iniciaban propósitos obscenos

azúcares de fresa y miel de higo.

A un lado de la silla gestatoria

estaban mis bufones y mis mudos…

¡Y era toda Selene y Anactoria

la bailarina de los pies desnudos!

Rubén Darío

Tiene al andar la gracia del felino,
es toda llena de profundos ecos,
enlabia con moriscos embelecos
su boca obscura cuentos de aladino.

Los ojos negros, cálidos, astutos,
triste de ciencia antigua la sonrisa,
y la falda de flores una brisa
de índicos y sagrados institutos.

Cortó su mano en un jardín de oriente
la manzana del árbol prohibido,
y enroscada a sus senos, la serpiente
decora la lujuria de un sentido
sagrado. En la tiniebla transparente
de sus ojos, la luz es un silbido.

Ramón María del Valle-Inclán.

Tus manos son cual dos palomas blancas
de tu hermosura en el radiante cielo
porque el poder de tus miradas francas
las detuvo en su vuelo.
Senderos son de gloria
tus dos brazos
y son tus manos
mágicas y bellas,
de esas dos cintas de sutiles lazos
dos broches de estrellas.
Son terribles, sagradas y piadosas:
con tus uñas clavadas en mi cuello
moriría, creyendo que dos rosas
con sus espinas fieras y celosas
señalaban mi muerte con el sello
de las muertes gloriosas.

Pio Baroja

Eleanora Duse dijo de ella, en 1928:

«Como bailarina, una diosa, como mujer, una rival invencible».

Todo eso forma parte de su leyenda y de su vida, también su famosa imagen en la publicidad de los jabones «Maja» de Myrurgia.

Pero lo que de verdad cuenta es el gran poder que tenía su danza. Era pasión, sentimiento desnudo. Tórtola se especializó en danzas orientales y africanas para las que se documentaba exhaustivamente y por las que viajó por todo el mundo. En una de sus creaciones «La danza del incienso» con música de Bucalossi se decía que el movimiento se su cuerpo se volvía llama y humo.

Así definía Tórtola su pasión en 1915, en un artículo «Mis danzas»:

» Nunca debiera encerrarse la danza en los estrechos límites de un tema precioso y definido. Hay un estilo que puede llamarse natural, ya que no es producto ni de la ciencia ni de la reflexión, sino de la inspiración que brota desafiando todas las reglas, todos los convencionalismos»

Solo se conservan unos pocos minutos del registro de una de sus actuaciones:

Tórtola dejó la danza y el cine en 1930, cuando empezaban las películas sonoras. Dijo que se retiraba para tener una vida más tranquila y cuidar a su protegida, Ángeles Vila-Magret, catorce años menor y que fue su pareja sentimental hasta su muerte. En 1942 durante la represión franquista la adoptó como hija legándole todos sus bienes.

Al final de su vida se acercó al budismo, fue vegetariana y morfinómana, pero ante todo Tórtola Valencia fue una mujer libre, apasionada y misteriosa.

Murió en 1955 a los 73 años de una insuficiencia cardíaca en su casa de Sarrià en Barcelona. Sus últimas palabras las dejó escritas en un sobre:

» La patata cuando empieza a echar el tallo produce una intoxicación que se llama SOLANISMO».

Nadie ha podido nunca desentrañar su misterio.