Hay pocas pinturas que a pesar de la armonía de su composición intranquilicen tanto a quien las contempla.
Los colores son suaves, el mar está en calma… Sí, una barca con una figura blanca estática, como amortajada, pero erecta se dirige a una isla, eso da que pensar.
Su autor Arnold Böcklin realizó cinco versiones del cuadro entre 1880 y 1886 de las que solo se conservan cuatro. Hitler adquirió la tercera versión en calidad de canciller del Reich y en un primer momento lo conservó en su casa de Berchtesgaden para luego colgarlo en la Cancillería. Ante él se retrató en una fotografía de prensa junto a Molotov, en aquella época ministro de asuntos exteriores de la Unión Soviética. Un año más tarde las tropas alemanas invadieron la URSS.

La cuarta versión la adquirió el barón Von Thyssen, esta también se encontraba en Berlin hasta que desapareció durante la II Guerra Mundial dándose hoy en día por perdida.
Böcklin nunca dio explicaciones sobre su significado, el título: La isla de los muertos se lo debe a un marchante de arte.
Se dice de ella que influyó en Dali, De Chirico, Rubén Dario, Rilke, Rachmaninov. La obra se hizo tan popular que se reprodujo como litografía y que tanto Lenin como Herman Hesse habían tenido una de ellas decorando las paredes de sus casas.
No se sabe en que lugar se inspiró el autor para pintarla, algunos creen que fue en la isla de Isquia, otros que en la de Ponza o la de Kotor, incluso en el cementerio de los Ingleses de Florencia.
Lo cierto es que aún sigue siendo fuente de inspiración en nuestros días.
En el cine: La isla Skull o de la Calavera, donde vive King Kong.
En la película Furia de titanes (1981): Perseo cruzando el río Styx.
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En cómics como Martin Mystère:
O la versión del dibujante Milo Manara:
Incluso en la Diagonal de Barcelona, en el cruce con el Passeig de Sant Joan, hay un monumento a Verdaguer que se inspiró en La isla de los muertos como aseguraba Vidal-Folch:


Yo no soy triste,
lo que pasa es que todos me miráis con tristeza.