
“…Y es que…
Ya no puedo vivir sin ti
…no… ya no puedo vivir sin ti…
…tú, como sí puedes vivir sin mí
…debes vivir sin mí…”.
…
“…Y no me ves… ni sabes que voy yo… pero yo voy… mi mano… en mi otra mano… y tan contenta…
…porque voy a tu lado”
…
«Pero en la muerte, ya nada
me separa de ti… sólo la muerte
sólo la muerte, sola… y,
es ya… vida ¡tanto más cerca así
…muerte… cómo te quiero!».
El diario fue robado en 1939 de la casa de Juan Ramón Jiménez mientras el poeta estaba en el exilio. Parte de él fue publicado en 1997 por ABC y en 2015 se editó por la fundación Lara con el título de » Marga »
Ahora se empieza a reivindicar la obra de Marga Gil, porque ella fue una niña genio, hablaba inglés, francés y alemán, practicaba deporte, escribía, esculpía, dibujaba.
Junto a su hermana Consuelo, que escribió el texto con 14 años, realizaron un libro: «El niño de Oro» en 1920, ella hizo los dibujos con 12 años.

La primera vez que Marga Gil le escribió unas letras a Zenobia Camprubí era en la dedicatoria de ese libro, las hermanas se lo hicieron llegar por la admiración que sentían hacia la traductora de Rabindranath Tagore: «Para ti, que no nos conoces y sin embargo ya eres nuestra amiga».
A los 15 años Marga abandonó el dibujo y se dedicó a la escultura. Su familia contactó con Victorio Macho para que la formara, pero el prestigioso escultor, al ver la extraordinaria obra de aquella muchacha, se quedó tan impresionado que rehusó darle clase para no adulterar su talento.
En 1930, con 21 años, Marga presentó una de sus esculturas en la Exposición Nacional de Bellas Artes, «Adán y Eva». Así la explicó ella:
…»Son «Adán y Eva, padres del género humano. Viejos como el mundo. Atlético él, fuerte como para engendrar a todos los hombres. Débil ella, apoyada en el robusto pecho del hombre, pero amplio su seno como para amamantar a toda la Humanidad».
Este es el busto que realizó de Zenobia, a ella no le gustó, dijo que la chica se había empeñado en hacerlo pero que preferiría que se lo hubiera hecho a su gato de escayola. Tras la muerte de Marga, el matrimonio mandó hacer un aparador de roble sobre el que puso el busto esculpido por “la niña”.
Antes de morir la escultora dejó escritas tres cartas: una para sus padres, otra para su hermana Consuelo y, por último, una para Zenobia.
«Zenobita… vas a perdonarme… ¡Me he enamorado de Juan Ramón! (…)
perdóname…porque si me hubiese dicho que sí… ay… a pesar de que la idea de amistad es para mí sagrada… y tú eres mi amiga… y de verdad te quiero mucho… y me gustas mucho… pues… con ser todo eso tanto!… yo habría pasado por todo… por todo lo que fuese precioso… pero claro como soy yo sola a querer… creo mucho mejor matarme ya… que si en él no puedo… y… con él no puedo… … … perdóname Azulita… por lo que si él quisiera yo habría hecho.
Juan Ramón Jiménez, en uno de sus libros, escribió lo que sintió al verla por primera vez:
«Sentada tenía una actitud de energía, brazos musculosos, morenos, heridos siempre de su oficio duro. Y al mismo tiempo ¡tan frágil! Llevaba el alma fuera, el cuerpo dentro».