Poesia

ENTRE SÁBANAS

Lo primero que nos envuelve al nacer es una sábana. Qué poco pensamos en ella. En cómo la pudimos sentir aquella primera vez, si suave, fría, caliente, extraña, no humana…

Durante la vida la esencia de aquella sábana nos sigue acompañando en nuestros momentos más importantes, al nacer nos arropan, al enfermar nos consuelan, cuando hacemos el amor nos acarician, cuando damos a luz nos agarramos a ella y cuando morimos protegen nuestra mirada vacía de la vista de los demás.

De pequeños jugamos con sábanas, son mantos, casas, fantasmas, pantallas de cine.

De mayores podemos escribir nuestra vida en ellas como lo hizo Clelia Marchi https://wordpress.com/post/enelcampodelavanda.wordpress.com/14085, o cuando están muy gastadas convertirlas en trapos y usarlas para limpiar.

Incluso  hay sábanas «Santas» como la de Turin y cuadros de sábanas que hablan de soledad y de ausencia como los Stephanie Serpik, que son los que se muestran aquí. 

Pero lo mejor es que recogen nuestros sueños, nuestras pesadillas, nuestro sudor, así acaban siendo parte de nosotros mismos.

Este es un pequeño homenaje a un objeto en el que raras veces pensamos, pero que siempre está presente en nuestras vidas.

La casa en la mañana con la verdad revuelta
de sábanas y plumas, el origen del día
sin dirección, errante como una pobre barca,
entre los horizontes del orden y del sueño.

Pablo Neruda

» La tendencia que debería de pasar de moda… es dejar de meternos en las sabanas de los demás para dormir mejor en las nuestras“ .

Emily Spain

Yo no soy yo y La muerte bella

Juan Ramón Jiménez (1881-1958) tiene dos poemas preciosos uno habla del ser y el otro habla de la muerte.

La poesía no tiene porqué entenderse, no se puede corregir. Se siente, penetra, aunque carezca de sentido. El sentido se lo da el que la recibe, siempre es para él aunque hable de complicidades, de experiencias de otras personas.

Yo no soy yo

Yo no soy yo.
Soy este
que va a mi lado sin yo verlo,
que, a veces, voy a ver,
y que, a veces olvido.
El que calla, sereno, cuando hablo,
el que perdona, dulce, cuando odio,
el que pasea por donde no estoy,
el que quedará en pie cuando yo muera.

La muerte bella

¿Que me vas a doler, muerte?
¿Es que no duele la vida?
¿Porqué he de ser más osado
para el vivir esterior
que para el hondo morir?

La tierra ¿qué es que no el aire?
¿Porqué nos ha de asfixiar,
porqué nos ha de cegar,
porqué nos ha de aplastar,
porqué nos ha de callar?

¿Porqué morir ha de ser
lo que decimos morir,
y vivir sólo vivir,
lo que callamos vivir?
¿Porqué el morir verdadero
(lo que callamos morir)
no ha de ser dulce y suave
como el vivir verdadero
(lo que decimos vivir?)

La poesía es una vibración que se hace carne sin pasar por el cerebro.

En tu abrazo yo abrazo lo que existe

Un día el pintor Juan Genovés ( Valencia, 1930- Madrid 2020) estaba trabajando en su estudio y se le ocurrió bajar un rato a la calle, vivía al lado de una escuela y a veces se paraba delante para observar como jugaban los niños en el patio. Vio como salían entre gritos, alborotados. Se abrazaban. No supo el porqué de aquella manifestación, de aquella alegría y necesidad de unión, en realidad no importaba.

Ese fue el principio de su obra «El abrazo» (1976) y en aquel momento histórico, en el que el país empezaba a salir de la dictadura, significó la necesidad de reconciliación de las dos Españas, de los opuestos.

El cuadro se convirtió en un símbolo, incluso se hicieron carteles con su imagen para pedir la amnistía de los presos políticos. Uno de esos carteles colgaba en la pared del gabinete de abogados sindicalistas el día de la matanza de Atocha.

Juan Gironés realizó una escultura para recordar a los abogados asesinados la noche del 24 de enero de 1977. Desde 2003 se puede ver en la plaza Antón Martín de Madrid. El cuadro original está en el Congreso de los Diputados para recordar lo que nunca ha de volver a pasar.

Dicen que para un abrazo son necesarias dos personas, pero quizás no siempre, a veces abriendo los brazos puedes llegar a abrazar el sol y recibir su calor. Sí, como la persona de la derecha del cuadro que se entrega a la nada, a todo lo que está por venir.

Extr. Soneto VIII de Pablo Neruda.

...En tu abrazo yo abrazo lo que existe,
la arena, el tiempo, el árbol de la lluvia,
y todo vive para que yo viva:
sin ir tan lejos puedo verlo todo:
veo en tu vida todo lo viviente.

Picasso (1900)


Transparencias.

Los pasos conocen nuestro abismo

El cuerpo pasea nuestro cielo

La tormenta va dejando pedazos de carne

Cada vez más difusa cada vez más lejana

Hay un principio de azul

En este paisaje terrestre

Y otro vindicador

Como un dedo amputado

Tan sólo ves es una mujer dando vueltas

Como un huso

Y copiando su delta

En el delta de las aguas.

(Eternidad)

Max Bletcher (1909-1938) fue un escritor y poeta rumano, ahora considerado de culto. Surrealista, existencialista, hermanado con Kafka y Ionesco por su visión paradojal y absurda del mundo y con Paul Celan con quien compartía raíces judías.

Una tuberculosis ósea cambió su vida a los 19 años e influyó de una manera decisiva en su obra literaria. Casi no se podía mover, el dolor, las deformaciones, las fracturas le obligaban a llevar un corsé de escayola y a desplazarse en un vehículo especial siempre en posición horizontal.

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El vestido del mar en la concha del zafiro mueves o deslizas

navío o acróbata, tú, río vertical con la diadema

del pelo azul cascada de helechos y de gritos

y de pronto un cristal se inclina, cambias tus transparencias

y eres una mujer muerta un fantasma con el vestido del mar

en la concha del zafiro, la palmera extiende el brazo y te

saluda, los buques transportan tus andares y las nubes

tu belleza hacia el crepúsculo.

(Extracto II de «Poema»)

Lo transparente deja pasar la luz. En la naturaleza hay una flor, La Diphylleia Gravi, que cuando recibe el agua de la lluvia se vuelve traslúcida como si fuera de cristal.

Los huesos de Max Bletcher se volvieron frágiles, casi vítreos a causa de su enfermedad dejando que la luz pasara a través de él y creando su poemario «Cuerpo transparente».

Antes de morir le susurró a su madre algo para que les dijera a sus hermanos:

 «Que se paseen por donde haya flores. Que cojan flores. Y de mí, olvidaos. Y me olvidaréis. Vale más llorar junto a una tumba que compadecer a un enfermo»

Hoy leer uno de sus poemas no despierta compasión por un hombre enfermo sino admiración, como tampoco nadie se apena al ver una de esas extrañas flores que al mojarse se vuelven transparentes, porque ambos son seres únicos y excepcionales.

Me desordeno, amor, me desordeno

Me desordeno, amor, me desordeno
cuando voy en tu boca, demorada;
y casi sin por qué, casi por nada,
te toco con la punta de mi seno.

Te toco con la punta de mi seno
y con mi soledad desamparada;
y acaso sin estar enamorada;
me desordeno, amor, me desordeno.

Y mi suerte de fruta respetada
arde en tu mano lúbrica y turbada
como una mal promesa de veneno;

y aunque quiero besarte arrodillada,
cuando voy en tu boca, demorada,
me desordeno, amor, me desordeno.

Carilda Oliver Labra, Memoria de la fiebre, 1958

Carilda Oliver, nacida en Matanzas, Cuba (1922-2018), fue una de las más destacadas poetisas hispanoamericanas. Premio Nacional de Literatura (1998). Doctora en derecho civil, abogada de profesión, profesora de dibujo , escultura y pintura; y poetisa por naturaleza.

Fue el máximo exponente de la poesía erótica cubana. «La llamaban la novia de Matanzas». Podría hablar de sus logros, de sus innumerables reconocimientos, pero solo hace falta leerla para saber de ella:

A la esperanza vuelvo, a la madera…

A la esperanza vuelvo, a la madera
que construyó mis días importantes,
a la extraviada primavera
de antes.

A la justicia de mirarlo todo
como si me perteneciera,
que en fin de cuentas no hay un modo
de abandonar el hambre de la fiera.

Adiós

Adiós, locura de mis treinta años,
besado en julio bajo la luna llena
al tiempo de la herida y la azucena.
Adiós, mi venda de taparme daños.


Adiós, mi excusa, mi desorden bello,
mi alarma tierna, mi ignorante fruta:
estrella transitoria que se enluta,
esperanza de todo por mi cuello.


Adiós, muchacho de la cita corta;
adiós, pequeña ayuda de mi aorta,
tristísimo juguete violentado.


Adiós, verde placer, falso delito;
adiós, sin una queja, sin un grito.
Adiós, mi sueño nunca abandonado.

Así se describe y se siente:

Carilda

Traigo el cabello rubio; de noche se me riza.
Beso la sed del agua, pinto el temblor del loto.
Guardo una cinta inútil y un abanico roto.
Encuentro ángeles sucios saliendo en la ceniza.

Cualquier música sube de pronto a mi garganta.
Soy casi una burguesa con un poco de suerte:
mirando para arriba el sol se me convierte
en una luz redonda y celestial que canta…

Uso la frente recta, color de leche pura,
y una esperanza grande, y un lápiz que me dura;
y tengo un novio triste, lejano como el mar.

En esta casa hay flores, y pájaros, y huevos,
y hasta una enciclopedia y dos vestidos nuevos;
y sin embargo, a veces… ¡qué ganas de llorar!

En una entrevista para la revista El Búho en 2010 decía así:

«La poesía para mí es la salud porque cuando escribo me siento muy bien. Una está como en una nube, con los versos una empieza a saber que una no es una, hasta que te sorprende la poesía. Ella es quien llega, ella es quien busca y ella llegó. Entonces tomo la pluma y trato de escribir y lo voy haciendo lentamente, a tientas, evitando la lupa, porque noto que la lupa entorpece mis ideas».

Como ella decía: «Una mujer que supo amar y supo contarlo».

El reloj floral de Carlos Linneo

Cuando no había relojes, el sol y la naturaleza señalaban el paso de las horas.

Todos los seres vivos tienen un ritmo que va variando según el momento del día, sobre todo el de las especies botánicas, este hecho da una información valiosa sobre algo tan preciso como es la hora.

Carlos Linneo (Rashult, 1707- Upsala, 1778) fue un científico, botánico y naturalista, especializado también en farmacia y medicina. Él creó la nomenclatura científica de todas las plantas conocidas en su día. Su tratado «Species Plantarum» (1753) nació de la necesidad de designar nombres universales para las especies, pues en cada pueblo, en cada país las plantas y las flores se llamaban de distintas maneras. Lo hizo usando el latín, poniendo en primer término el género escrito en mayúsculas y en segundo el nombre específico en minúsculas. Así se formó la guía universal del nombre de las plantas que se utiliza hoy en día.

Carlos Linneo

Una mañana paseando por el campo observó que cada flor se abría en un momento determinado y que era posible saber la estación del año, el mes y la hora exacta según el ritmo de apertura de las mismas. Esto tenía algunas variaciones según el lugar y el clima, pero funcionaba con tanta exactitud que le permitió crear un reloj hecho exclusivamente con flores.

En la naturaleza todo tiene propósito y sentido. Las flores se van abriendo a la luz según el biorritmo de los insectos que las polinizan.

El reloj floral está dividido en dos partes. En el lado izquierdo, empezando a las seis, se encuentran las plantas que se abren por la mañana. Algunas de estas serían:

5 y 6: achicoria, amapola y calabaza.

6 y 7h: crepis rubra, enredadera.

7 y 8h: lirio de la hierba, nenúfar, tusílago, alquimia, hipérico.

8 y 9h: anagalis, calta palustre, centaurea.

9 y 10h: betónica silvestre, margarita, caléndula.

10 y 11h: anémona de tierra, vinagrera, spergularia.

11 y 12 horas: tigridia, cerraja, aizoácea.

En el lado derecho, empezando por las doce:

12 y 13h: caléndula, petrorhagia.

13 y 14h: anagalis, hieracium.

14 y 15h: achicoria, diente de león, calabaza.

15 y 16h: lirio de hierba, tusílago, hieracium rojo.

16 y 17h: dondiego de noche, vinagrera, nenúfar.

17 y 18h: amapola.

Es un reloj bastante fiable, seguro que en el pasado muchas personas ya sabían leer en las flores lo que pasaba a su alrededor.

Hay una poesía de Jorge Guillén (1893-1984) que relaciona la naturaleza con el paso de las horas.

Las doce en el reloj:

Dije: Todo ya pleno.
Un álamo vibró.
Las hojas plateadas
Sonaron con amor.

Los verdes eran grises,
El amor era sol.
Entonces, mediodía,
Un pájaro sumió
Su cantar en el viento
Con tal adoración
Que se sintió cantada
Bajo el viento la flor
Crecida entre las mieses
,
Más altas. Era yo,
Centro en aquel instante
De tanto alrededor,
Quien lo veía todo
Completo para un dios.
Dije: Todo, completo.
¡Las doce en el reloj!

Jorge Guillen

No en vano para Guillén la plenitud del ser humano es estar en el mundo contemplando gozosamente la naturaleza.



Entréme donde no supe

Esta es una de las poesías más hermosas de la lengua castellana. Es de San Juan de la Cruz.

Su título original según el códice de Sanlúcar de Barrameda fue: “Coplas sobre un éxtasis de harta contemplación” es la descripción apasionada de un estado modificado de conciencia, un éxtasis, algo que supera las capacidades de vigilia de la mente normal para adentrarse en la conciencia pura.

ENTRÉME DONDE NO SUPE

Entréme donde no supe:
y quedéme no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo.

1. Yo no supe dónde estaba,
pero, cuando allí me vi,
sin saber dónde me estaba,
grandes cosas entendí;
no diré lo que sentí,
que me quedé no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo.

2. De paz y de piedad
era la ciencia perfecta,
en profunda soledad
entendida, vía recta;
era cosa tan secreta,
que me quedé balbuciendo,
toda ciencia trascendiendo.

3. Estaba tan embebido,
tan absorto y ajenado,
que se quedó mi sentido
de todo sentir privado,
y el espíritu dotado
de un entender no entendiendo.
toda ciencia trascendiendo.

4. El que allí llega de vero
de sí mismo desfallece;
cuanto sabía primero
mucho bajo le parece,
y Su ciencia tanto crece,
que se queda no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo.

5. Cuanto más alto se sube,
tanto menos se entendía,
que es la tenebrosa nube
que a la noche esclarecía:
por eso quien la sabía
queda siempre no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo.

6. Este saber no sabiendo
es de tan alto poder,
que los sabios arguyendo
jamás le pueden vencer;
que no llega su saber
a no entender entendiendo,
toda ciencia trascendiendo.

7. Y es de tan alta excelencia
aqueste sumo saber,
que no hay facultad ni ciencia
que la puedan emprender;
quien se supiere vencer
con un no saber sabiendo,
irá siempre trascendiendo.

8. Y, si lo queréis oír,
consiste esta suma ciencia
en un subido sentir
de la divinal esencia;
es obra de su clemencia
hacer quedar no entendiendo,
toda ciencia trascendiendo.

San Juan de la Cruz

Pedro Salinas, el gran poeta, decía de la obra de San Juan de la Cruz: «No hay poesía más misteriosa en nuestra lengua». Desde luego tenía razón.

Curiosamente me recuerda la situación de pandemia en la que ahora nos encontramos. No va de eso la poesía, está claro, pero «Entréme donde no supe» y «A toda ciencia trascendiendo» me remite directamente a ello.

Para el gran místico es una situación magnífica y privilegiada el entrar sin saber y el plantearse situaciones que escapan a la ciencia. ¿Por qué no hacerlo nosotros ahora? ¿Qué somos los humanos para el mundo, cómo estamos incidiendo en él? ¿Por qué, para qué, estamos aquí? ¿Hasta cuándo el planeta dejará de tolerarnos como especie?

En la poesía de San Juan de la Cruz «Todo es lo que es y mucho más» (Jorge Guillen).

Dos poemas de Joan Margarit

QUERRÁN QUE TE MUERAS

Oyes el mar tranquilo del crepúsculo,
que es mitad violoncelo y mitad órgano.
Oscurece. Como todos los viejos,
es tu propio final el que vigilas.
Mientras tanto, a lo largo de la playa,
el mar es una pieza de seda desplegándose.
Oyes las olas mientras van diciéndote
que querrán, los que te aman, que te mueras.
Y, si los amas, desearás morirte.
La lógica implacable del amor.
La lógica implacable de la muerte.
Alivio de saber que están tan juntos.

LA MUCHACHA DEL SEMÁFORO

Tienes la misma edad que yo tenía
cuando empecé a soñar en encontrarte.
Entonces no sabía, igual que tú
no has aprendido aún, que llega el día
en que el amor es esta arma cargada
de soledad y de melancolía
que está apuntándote desde mis ojos.
Tú eres la muchacha que busqué
cuando aún no existías.
Y yo el hombre hacia el cual
querrás un día dirigir tus pasos.
Pero estaré tan lejos de ti entonces
como estás tú de mí en este semáforo.

Joan Margarit (1938, Sanahuja-2021 Sant Just Desvern). Poeta bilingüe catalán, castellano. Premio Cervantes. Arquitecto (participó en la construcción de la Sagrada Familia). Catedrático de la UPC.

Pero sobre todo poeta. Poeta que une la vida y la muerte formando un mismo círculo. Poeta del amor y de la pérdida, del envejecimiento y del placer. Sí, parecen conceptos antagónicos, pero como el dice «Alivio de saber que están tan juntos».

RANGOLIS. Protección y Bienestar

El origen la palabra «Rangoli» proviene del sánscrito «rang» que significa color y «aavalli» enredadera.

Esos dos elementos se combinan creando una expresión artística que aporta bienestar a todo el que lo contempla y que sirve de protección ante el mal.

Se hacen con pétalos de flores, harina, semillas o arena coloreada. Es un arte efímero que transmite la idea de fragilidad y de provisionalidad de la vida.

Cuenta la leyenda que un sumo sacerdote cayó en la más profunda tristeza tras la muerte de su hijo y que oró a Brahma pidiéndole que devolviera la vida al niño. Brahma conmovido por su dolor pidió a una mujer que dibujara en el suelo el retrato del pequeño, sopló sobre él y resucitó al niño. Así nació el primer rangoli.

Hoy en día los dibujos se realizan a la entrada de las casas para protegerlas de las desgracias y como saludo a los huéspedes. Normalmente los crean las mujeres.

Es una tradición que ha ido pasando de generación en generación porque con la armonía de sus formas y colores reduce la energía negativa y atrae a la buena suerte.

También se dice que empezaron a hacerse porque al barrer el piso de las casas o cubrirlo con estiércol se formaban líneas disarmónicas que rompían los flujos energéticos.

Recuerdan mucho a las estructuras fractales, una figura que se repite formando un todo sin principio ni fin.

Como esta poesía de Rabindranath Tagore:

SERVIR

«Dormía, y soñaba
que la vida era alegría.

Desperté, y vi
que la vida era servicio.

Serví, y vi
que el servicio era alegría.»

Tú eres todas las combinaciones de números. La vida. Frida Khalo

Todos conocen a Frida Khalo ( Coyoacán, 1907-1954) como pintora, pero hay una faceta de ella inédita que también destila sensibilidad y realismo, que transporta directamente a su universo. Son sus escritos.

 «Estoy bien… Bien hundida, bien decepcionada, bien vacía. Bien harta, bien rota. Bien fracasada, bien inestable, bien cansada… Definitivamente: Estoy bien«.

Estos son versos extraídos de su diario. En ellos se retrata igual que en sus pinturas.

He aquí algunos fragmentos de sus cartas a su gran amor Diego Rivera:

… Cuando me dijeron que habrían de amputarme la pierna no me afectó como todos creían, NO, yo ya era una mujer incompleta cuando le perdí, otra vez, por enésima vez quizás y aún así sobreviví…
No pretendo causarte lástima, a ti ni a nadie, tampoco quiero que te sientas culpable de nada, te escribo para decirte que te libero de mí, vamos, te “amputo” de mí, sé feliz y no me busques jamás…
Se despide quien le ama con vehemente locura,
Su Frida.

…»Recuerda que siempre te amaré
aunque no estés a mi lado.
Yo en mi soledad te digo,
amar no es pecado a Dios».
..

«Tú eres todas las combinaciones de números. La vida».

«Mi deseo es entender la línea, la forma, el movimiento.
Tú llenas y yo recibo.

Tu palabra recorre todo el espacio y llega
a mis células que son mis astros y va
a las tuyas que son mi luz
«.

Nunca fue ni será mío.
Es de él mismo.
La vida callada dadora de mundos,
lo que más importa es la no ilusión.
La mañana Nace,
los rojos amigos,
los grandes azules,
hojas en las manos,
pájaros ruideros,
dedos en el pelo,
nidos de palomas,
raro entendimiento de la lucha hermana,
sencillez del canto de la sinrazón,
locura del viento en mi corazón.
Dulce xocolatl del México antiguo,
tormenta en la sangre que entra por la boca.
Compulsión,
augurio,
risa
y dientes finos,
agujas de perla
para algún regalo de un siete de julio.
Lo pido,
me llega,
canto,
cantando,
cantaré desde hoy
nuestra magia, amor.

Aunque haya dicho «te quiero» a muchos y haya tenido citas y besado a otros, en el fondo sólo te he amado a ti…

Yo lo veía… y puedo jurar que no me quedaban ganas de ver a nadie más. En ese preciso momento comprendí, que los ojos siempre le pertenecen a las personas que los hacen brillar.

Quisiera darte todo lo que nunca hubieras tenido, y ni así sabrías la maravilla que es poder quererte.

– No voy a pedirte que me escribas, que te quedes, que me beses, que me abraces o que me quieras. Porque si tengo que pedirlo, ya no lo quiero.

-Bebía porque quería ahogar mis penas, pero las malvadas aprendieron a nadar.


Mereces un amor que te quiera despeinada, con todo y las razones que te levantan de prisa, con todo y los demonios que no te dejan dormir.
Mereces un amor que te haga sentir segura, que puede comerse al mundo si camina de tu mano, que sienta que tus abrazos van perfectos con su piel.
Mereces un amor que quiera bailar contigo, que visite el paraíso cada vez que mira tus ojos y que no se aburra nunca de leer tus expresiones.
Mereces un amor que te escuche cuando cantas, que no le asuste caer.
Mereces un amor que se lleve las mentiras, que te traiga la ilusión, el café y la poesía.


«No quiero un final feliz, quiero una vida llena de momentos felices, porque al final todo es triste».

Sin duda fue una mujer que sufrió mucho por su enfermedad, sus circunstancias y la intensidad de su temperamento, pero en el fondo en su obra siempre hay color, formas exuberantes y pasión. Siempre buscó la felicidad:

«Ser feliz es una decisión que hay que tomar todos los días, que no depende de las condiciones de vida que uno tenga, sino de la actitud con la cual enfrenta los problemas. La felicidad es eso: Decidir ser feliz».