Arte

En tu abrazo yo abrazo lo que existe

Un día el pintor Juan Genovés ( Valencia, 1930- Madrid 2020) estaba trabajando en su estudio y se le ocurrió bajar un rato a la calle, vivía al lado de una escuela y a veces se paraba delante para observar como jugaban los niños en el patio. Vio como salían entre gritos, alborotados. Se abrazaban. No supo el porqué de aquella manifestación, de aquella alegría y necesidad de unión, en realidad no importaba.

Ese fue el principio de su obra «El abrazo» (1976) y en aquel momento histórico, en el que el país empezaba a salir de la dictadura, significó la necesidad de reconciliación de las dos Españas, de los opuestos.

El cuadro se convirtió en un símbolo, incluso se hicieron carteles con su imagen para pedir la amnistía de los presos políticos. Uno de esos carteles colgaba en la pared del gabinete de abogados sindicalistas el día de la matanza de Atocha.

Juan Gironés realizó una escultura para recordar a los abogados asesinados la noche del 24 de enero de 1977. Desde 2003 se puede ver en la plaza Antón Martín de Madrid. El cuadro original está en el Congreso de los Diputados para recordar lo que nunca ha de volver a pasar.

Dicen que para un abrazo son necesarias dos personas, pero quizás no siempre, a veces abriendo los brazos puedes llegar a abrazar el sol y recibir su calor. Sí, como la persona de la derecha del cuadro que se entrega a la nada, a todo lo que está por venir.

Extr. Soneto VIII de Pablo Neruda.

...En tu abrazo yo abrazo lo que existe,
la arena, el tiempo, el árbol de la lluvia,
y todo vive para que yo viva:
sin ir tan lejos puedo verlo todo:
veo en tu vida todo lo viviente.

Picasso (1900)


40 años y un día

Parece el título de una condena, pero no lo es. Es el cómputo del espacio temporal por el que ha transcurrido mi vida profesional. Hoy (y un día) le digo adiós sin pena, con la sensación de trabajo bien hecho, acompañada de muchas demostraciones de aprecio y reconocimiento por parte de las personas a las que he atendido.

Pero nadie lo entiende, ¿Por qué? Eres muy joven todavía. ¿Qué harás?…

Yo también me lo pregunto, pero sé que es el momento. Me siento agua, y el agua ha de correr, cuando se estanca pierde su esencia tarde o temprano. Me he pasado la vida cuidando a los demás, tratando sus enfermedades, oyendo sus problemas, ligada a ellos por lazos de afecto y responsabilidad. Ahora toca volar, flotar, aprovechar las corrientes aéreas o marinas para ver a donde me llevan, para ver a donde van.

Montaje en la exposición ESCHER en la sala de las Drassanes de Barcelona

Las posibilidades son infinitas, aunque no lo parezcan, como en el efecto Droste, aquel bote de cacao con una enfermera que ofrece chocolate en una bandeja que a su vez contiene la misma imagen más pequeña y así una y otra vez hasta el infinito. M. Escher lo aplicó muchas veces en su obra. Aunque no se vea todo el universo está allí.

Será ver el mundo con otros ojos, será estar dentro de él. No tengo una bola de cristal para ver el futuro y saber si irá bien o no. O quizás sí.

Sí, sí la tengo. Irá bien.

LLanto. Ira. Ternura. La capilla del hombre

Oswaldo Guayasamín (Quito, 1919-Baltimore 1999) fue un pintor expresionista ecuatoriano cuya obra consigue revolver lo humano y lo divino.

“Mi pintura es para herir, para arañar y golpear en el corazón de la gente”.

Sus cuadros reflejan el horror, el dolor y la miseria. Son violentos, a la vez que denuncian la violencia, están en lucha cuando sus figuras están en guerra. Gritan, se quejan del espíritu humano, de sus abusos, de la infancia maltratada por el hambre y por el hombre. Sí aterrorizan, pero a la vez atraen.

Fue un autor prolífico cuya obra transita por tres etapas: «Huacayñan» (Camino del llanto).

«La edad de la ira». Atormentada, comprometida, impactante.

Y ya en los últimos años de su vida en «La edad de la ternura» también llamada «Mientras vivo siempre te recuerdo» dedicada a su madre, a todas las mujeres y a la inocencia de los niños.

«Mi madre era como el pan recién salido del horno. Me dio las dos vidas que tengo. Era y sigue siendo una tierna poesía…”

Guayasamín en 1995 inició un proyecto cultural en Quito que recogería parte de su obra, su casa taller en donde vivía y trabajaba, y su tumba. Lo llamó «La Capilla del hombre», en ella no se invocaba a Dios sino a los seres humanos con sus grandezas y sus miserias. A la vez reivindicaba el continente americano, su fundación y su unidad. Contiene obras de gran formato en un espacio tan sobrecogedor como el arte que acoge.

Guayasamín no lo pudo ver acabado. El 10 de marzo de 1999 murió de un infarto en Baltimore, aquel mismo día mientras se realizaban unas obras en el recinto se descubrieron 13 tumbas prehispánicas y una importante área arqueológica dentro del complejo. La capilla del hombre fue inaugurada en 2002 y declarada por la UNESCO como Proyecto prioritario para la cultura y Patrimonio cultural del estado ecuatoriano. Dentro de ella siempre está prendida la llama por la Paz y los derechos humanos. Él reposa junto al árbol de la vida.

” Siempre voy a volver. Mantengan encendida una luz”.

QUITO: LA CAPILLA DEL HOMBRE DE OSWALDO GUAYASAMIN - YouTube

“Pese a todo no hemos perdido la fe en el hombre, en su capacidad de alzarse y construir; porque el arte cubre la vida. Es una forma de amar”

Leng Jun. La fuerza de lo real

Hay quien dice que el hiperrealismo no es arte, que tan solo es una reproducción muy bien conseguida de la realidad.

Solo hay que ver la obra de Leng Jun (Sichuan, China, 1963) para opinar lo contrario. Si hubiera sido un pintor del pasado que reprodujera escenas religiosas o épicas se le podría comparar con Miguel Ángel o Caravaggio.

Él no copia, crea de nuevo el mundo. Cuando empezó a pintar, en la escuela secundaria, en China no existían los óleos, un amigo le proporcionó las pinturas y para él fue un descubrimiento que le permitió pintar bodegones, objetos cotidianos, composiciones abstractas, para acabar con lo que él consideraba más difícil, retratar personas.

“Quiero llevar mi trabajo como artista y mis habilidades pictóricas a un nivel superior […] ¿Qué es lo más difícil de pintar? Sin duda pintar personas. Aunque me gusta pintar naturaleza muerta y materiales distintos, al estar estáticos y sin aparentes cambios en relación al tiempo, no hay ningún grado de complejidad en pintarlos. Pero en el caso de las personas, las emociones que puede representar hasta el mínimo cambio en una facción hacen que sea muy difíciles pintarlas. “

En 2004 con su obra «Mona Lisa» consiguió alcanzar el reconocimiento mundial. No hizo una copia, transportó el cuadro de Leonardo a la época actual.

Hay quien dijo que era tan perfecto que quizás su obra estaba realizada sobre fotografías. Pero hay muchos videos que demuestran como trabaja.

Hoy se le considera el mejor pintor hiperrealista del mundo.

¿Quién puede decir que no es arte conseguir captar una mirada como la de esta mujer? Es una mirada que te mete dentro de sus emociones, que te permite intuir lo que le preocupa, saber quien es, ver lo que ella ve.

Y es que en la mirada está la fuerza y la verdad.

Amad el arte, entre todas las mentiras es la menos mentirosa.” Gustave Flaubert




El órgano de papel de Leonardo da Vinci

En 1964 tuvo lugar un descubrimiento maravilloso. El jefe de la sección de manuscritos de la Biblioteca Nacional de Madrid encontró «Los Códices de Madrid» después de haber estado traspapelados durante más de trescientos años. Eran escritos y dibujos de Leonardo da Vinci. En ellos había notas, pensamientos, descripciones detalladas de artilugios mecánicos.

En el códice número II, en el folio 76 se encuentra un boceto para la construcción de un órgano de fuelle continuo, teclado vertical y tubos de papel, algo sumamente raro para la época. En aquel tiempo los órganos eran muy pesados y exigían mucho esfuerzo manual, este tenía la particularidad de al pesar poco se podía transportar.

En 1992 Joaquín Saura, constructor de instrumentos musicales y autor del «Diccionario técnico histórico del órgano español» consiguió descifrar el folio 76 y pudo construir el órgano siguiendo las pautas de Leonardo.

Todo ensamblaba a la perfección, todo encajaba hasta en los más mínimos detalles. El sonido del órgano era suave, recordaba a una flauta dulce. Así, tres siglos más tarde se pudo escuchar el órgano de Leonardo aunque él no hubiera escrito nunca música. Debió ser una de las pocas cosas que no se atrevió a hacer.


En 2019 para la conmemoración del V aniversario de la muerte de Leonardo la ciudad de Milán volvió a reproducir el instrumento. sonaba así.

«Los hombres geniales empiezan grandes obras, los hombres trabajadores las terminan.» Leonardo da Vinci.

Del circo al Metropolitan Museum de Nueva York. Suzanne Valadon

Esta es la historia de una mujer que siempre hizo lo que quiso. Se llamaba Suzanne Valadon (Haute-Vienne, 1865-Paris)

Nació en una familia humilde, su madre se fue a Paris cuando enviudó para trabajar de lavandera. A los dieciséis años tuvo un hijo al que le puso el apellido de un amigo y que luego sería el famoso pintor Maurice Utrillo.

A ella le gustaba el circo y consiguió ser trapecista en el Circo Medrano de Pigalle en donde se concentraba la Bohemia parisina. Allí conoció a Toulouse-Lautrec, Degas, Renoir que la admiraban por su talento con las acrobacias y por su belleza, pero un día una fatal caída acabó con su sueño y tuvo que dejar el circo. Sus amigos pintores la ayudaron a sobrevivir proponiéndola que posara como modelo.

Lavandera (Toulouse-Lautrec, 1884-1888)
La trenza (Auguste Renoir, 1886)
Mujer en la tina (Edgar Degas, 1886)

Las largas horas que pasó posando en los estudios hicieron posible que observara las técnicas, los materiales, los trazos de los artistas. Así aprendió a pintar. Degas la animó y la aceptó como alumna. Ella misma fue la modelo de sus propios cuadros, pintó su cuerpo, su «toilette», el baño de su hijo, pero sobre todo cuerpos femeninos desnudos.

En sus pinturas refleja pasión y su libertad, pronto estas son reconocidas en los ambientes artísticos de París por su naturalidad y por los trazos negros que perfilan las figuras dándoles fuerza. En 1894 cinco de sus dibujos se exponen en el salón de La Nacional.

En 1896 se casa con un agente de cambio y bolsa, `pero se separa unos años después para irse a vivir con un amigo de su hijo, mucho más joven, el pintor André Utter, al que retrata innumerables veces desnudo, lo cual fue un escándalo en aquel momento porque no era habitual pintar desnudos masculinos.

Uno de sus cuadros más celebres fue Adán y Eva (1909) en donde aparecen los dos juntos.

André no triunfa como pintor, pero hace de marchante de Suzanne y ayuda a que su obra sea reconocida, también representa al hijo de esta Maurice Utrillo.

En 1910 Suzanne amplia la temática de sus cuadros, pinta escenas familiares, paisajes, animales…

Retrato de familia (1912)

En 1914 movilizan a Utter en la Gran Guerra y justo antes de despedirse se casan. Cuando vuelve del frente se mudan a una mansión, tienen coche y una cabra en casa para que se vaya comiendo los dibujos y borradores desechados.

El tiempo pasa y la relación también termina, los últimos años de su vida los pasa junto a Gazi, un amigo al que conoció como guitarrista en un bar.

Suzanne Valadon muere en Paris el 7 de abril de 1938 a los 72 años en la ambulancia que la trasladaba al hospital tras haber tenido una hemorragia cerebral.

A su entierro en el cementerio de Saint-Ouen acudieron muchos de sus compañeros y amigos, André Derain, Pablo Picasso, George Braque.

Hoy sus obras se exponen en muchos museos del mundo, en el Centro George Pompidou, en el MET (Metropolitan Museum of Art de Nueva York).

A pesar de su brillante y exitosa trayectoria como pintora, de haber triunfado y de haber vivido según sus propias normas, pocas personas conocen su nombre y su obra, a veces es mencionada como la madre de Maurice Utrillo, aunque sea considerada una de las pintoras postimpresionistas más importantes del mundo.

Sumergidos en música

«Symphony» es una experiencia audiovisual inmersiva que con las últimas tecnologías llega a lo más hondo de quien se sumerge en ella. Se presenta en Caixaforum de Barcelona de la mano del director de orquesta Gustavo Dudamel y de la Mahler Chamber Orchesta.

Esta instalación es un estímulo para la sensibilidad y la creatividad de quienes la disfrutan.

Consta de dos partes, en la primera asistimos a una proyección en una pantalla que por sus proporciones nos envuelve de la misma manera que lo hace el sonido.

Los sonidos del mar, de una plantación de café y de la vida en Nueva York a través de tres protagonistas van formando músicas que se convierten en sinfonías, hasta que convergen en una orquesta en el Liceo de Barcelona. Según Dudamel los instrumentos de una orquesta están hechos de madera o metal, pero para funcionar necesitan pasión.

Con esa pasión abandonamos la sala para entrar en un espacio con sillones que giran 360 grados, provistos de auriculares y gafas 3D. Cuando nos colocamos las gafas dejamos de ver a los demás, pero yo me los imagino entre los cascos, los auriculares y la mascarilla, que por supuesto todos llevamos, como los guerreros de la guerra de las Galaxias.

Empieza el viaje. Dudamel nos presenta a su orquesta, nos sienta entre ellos, tan cerca que nuestra butaca vibra, se mueve con los violines, con las flautas, con la percusión. Somos seres etéreos, nos podemos desplazar por el espacio, hacia arriba, hacia abajo. Es como nadar en un mar entre acordes y sinfonías. Todo eso nos lleva hacia los océanos de las emociones, algas, anémonas, fuegos artificiales nos envuelven y nos revuelven. Todo de la mano de Beethoven, Mahler y Bernstein.

Maravillosa, hipnótica, genial la inmersión, sobre todo el Mambo de West Side Story con el que finaliza Symphony. Aquí hay una pequeña muestra de ello:

Me quito el casco sin prisas, con la sensación de que ha sido muy corto, de no querer salir de ese mundo mágico. Veo a las demás personas que ocupaban los otros sillones. Me sorprendo, me doy cuenta de que estaban a mi lado, pero no estaban conmigo, que aunque todos hubiéramos sentido emociones similares cada uno estaba aislado en su propio mundo, que en el fondo había sido una experiencia solitaria. Y eso quizás sea a lo que nos lleve el futuro. Me encantó, sí, me gustó muchísimo, pero la idea asusta.

El día de los tres soles y J.M.W. Turner

El parhelio (parecido al sol) es un fenómeno meteorológico que se produce por la reflexión de la luz solar en las nubes de tipo cirro cuando estas llevan muchas partículas de hielo, y que provoca el efecto óptico de que hay varios soles en el cielo, lo cual puede durar incluso horas.

Este fenómeno es mencionado desde la antigüedad por Aristóteles, Ptolomeo, Cicerón y Séneca, entre otros. Pero no es hasta el 20 de abril de 1535 en el que es documentado e incluso pintado muy poco después de producirse por Malare Urbana. El original se perdió, pero queda una copia bastante fidedigna del cielo y la ciudad de Estocolmo por aquellas fechas.

Vädersolstavlan de Jacob Heinrich Elbfas (1636)

El 23 de abril de 1775 se dio ese extraño fenómeno en el cielo de Covent Garden, Londres. Un niño nacía bajo la mirada y el calor de tres soles, lo llamaron William Turner y sería uno de los pintores más importantes del paisajismo inglés, también fue llamado «El pintor de la luz».

Es uno de los grandes artistas del romanticismo, al que se le considera el primer pre impresionista. Plasmaba la fuerza y el influjo de la naturaleza sobre el ser humano. En su obra destaca la apreciación de los fenómenos meteorológicos, nieve, tempestades, oleajes.

Tormenta de nieve sobre el mar (1842)

Mañana después del diluvio. (1843)
El Incendio del parlamento. (1835)

Al final de su vida su pintura fue casi simbolista, jugaba con la percepción y la imaginación del observador, difuminaba las formas, pero sobre todo dibujaba cielos y soles, en uno de sus últimos cuadros pintó el ángel del Apocalipsis delante del sol. Volvía al principio de su vida, a aquella mañana de tres soles.

Ángel delante del sol. (1846)

Se dice que sus últimas palabras fueron: «El sol es Dios»

Aleix Clapès. El pintor misterioso

El personaje del cuadro que presenta esta entrada no es Aleix Clapès, es el retrato que el pintor hizo de Manuel Dalmau Oliveres, pero nos abre la puerta al mundo tenebrista y simbólico del autor.

Autorretrato

Este sí es su autorretrato. Mirada brillante y dura, medio velado entre la luz y la sombra. Aleix Clapès (Vilassar 1846-Barcelona 1920). Fue uno de los representantes del modernismo catalán. Compañero de Ramón Casas, de Santiago Rusiñol, de Domènec i Montaner, amigo intimo de Gaudí y de Eusebi Güell, para quien colaboró y trabajó en el Palau Güell y en La Pedrera. De repente su amistad con los dos se rompió, nunca se supo bien porqué, se dice que porque no cumplía con sus trabajos, porque hacia lo que quería y tenía un carácter muy difícil.

Clapès era un pintor multidisciplinario, había sido fotógrafo, editor, propietario de una tienda de pinturas. Diseñó muebles, hizo tapices (muchos de ellos desaparecidos), incluso ganó un premio en un concurso de poesía en el que Àngel Guimerà estaba de jurado con su obra «Mar Latino»

Hace unos días pude admirar su pintura en la exposición que hay sobre él en el Palau Güell de Barcelona («El inquietante pintor de Güell y Gaudí», Dic 2020 – Mayo 2021). Me impresionó lo fantasmagórico de sus retratos. Es como si pintara espíritus, personas difuminadas y esquivas, todas ellas inquietantes.

Parte de su leyenda dice que en 1920 León Trotski adquirió uno de sus cuadros «El peón» para exponerlo en el Kremlin y que poco después el mismísimo Stalin le escribió para elogiar y comentar la obra. No se conserva la carta ni se sabe nada del cuadro.

Clapès fue una figura de extremos, ganó mucho dinero y acabó en la ruina, fue ensalzado como un genio y denostado y rebajado por otros. El crítico Ramón Casellas era un entusiasta de su arte mientras que Feliu Elias le calificaba de «calamidad plástica» y de «energúmeno sin humanidad ni maneras»; y Picasso y Casagemas se referían a él como «el loco de Clapès».

Aleix Clapès murió el 17 de septiembre de 1920, a los 64 años, mientras decoraba el vestíbulo y la escalera del manicomio del hospital de la Santa Creu.

Una de sus pinturas más emblemáticas, de grandes proporciones (2.5m x 6.80m) «Traslado de los restos de Santa Eulalia» está expuesta en la Sala de Actos del Hospital de Sant Pau.

Quizás tuvo una personalidad complicada, pero eso es algo inherente a los grandes creadores, a la gente capaz de tocar el cielo y el infierno con el mismo dedo.

Flores del vestíbulo de La Pedrera pintadas por Aleix Clapès.

RANGOLIS. Protección y Bienestar

El origen la palabra «Rangoli» proviene del sánscrito «rang» que significa color y «aavalli» enredadera.

Esos dos elementos se combinan creando una expresión artística que aporta bienestar a todo el que lo contempla y que sirve de protección ante el mal.

Se hacen con pétalos de flores, harina, semillas o arena coloreada. Es un arte efímero que transmite la idea de fragilidad y de provisionalidad de la vida.

Cuenta la leyenda que un sumo sacerdote cayó en la más profunda tristeza tras la muerte de su hijo y que oró a Brahma pidiéndole que devolviera la vida al niño. Brahma conmovido por su dolor pidió a una mujer que dibujara en el suelo el retrato del pequeño, sopló sobre él y resucitó al niño. Así nació el primer rangoli.

Hoy en día los dibujos se realizan a la entrada de las casas para protegerlas de las desgracias y como saludo a los huéspedes. Normalmente los crean las mujeres.

Es una tradición que ha ido pasando de generación en generación porque con la armonía de sus formas y colores reduce la energía negativa y atrae a la buena suerte.

También se dice que empezaron a hacerse porque al barrer el piso de las casas o cubrirlo con estiércol se formaban líneas disarmónicas que rompían los flujos energéticos.

Recuerdan mucho a las estructuras fractales, una figura que se repite formando un todo sin principio ni fin.

Como esta poesía de Rabindranath Tagore:

SERVIR

«Dormía, y soñaba
que la vida era alegría.

Desperté, y vi
que la vida era servicio.

Serví, y vi
que el servicio era alegría.»