El vuelo de Tórtola

«Inteligente, cultivada, esnob, ególatra y libre». Así definió Pilar Queralt a la bailarina Carmen Tórtola Valencia en su libro «Tórtola Valencia».

Carmen Tórtola Valencia (Sevilla, 1882-Barcelona, 1955) fue una de las bailarinas españolas más conocidas de todos los tiempos. A su vez fue su propia coreógrafa, figurinista y escenógrafa. Actriz, pintora y escritora. Su persona siempre estuvo envuelta por un halo de misterio, se decía que era una hija bastarda de la familia real o que su padre había sido un grande de España o un noble inglés que la dio en adopción.

Emigró a Londres con su familia verdadera a la edad de tres años, para volver a España mucho tiempo después y luego ir a Oaxaca ( México) en donde murieron sus padres. Su primera aparición pública como bailarina fue en 1908 en el Gaiety Theatre de Londres.

Hablaba cinco idiomas: inglés, francés, alemán, italiano y español. Entre sus pretendientes figuraban: Gabriele D’Annunzio, El principe de Gales, Alfonso XIII. La retrataron pintores como Zuloaga (1912) y Rafael Penagos (1915).

By Rafael de Penagos, Tortola Valencia. | Art deco illustration, Vintage  poster art, Dance poster
Rafael Penagos, 1915

Enrique Granados compuso para ella «La Gitana». Rubén Darío, Valle-Inclán, Gómez de la Serna, Pio Baroja, entre otros, escribieron artículos y poesías elogiándola:

Iba, en un paso rítmico y felino

a avances dulces, ágiles o rudos,

con algo de animal y de divino

la bailarina de los pies desnudos.

Su falda era la falda de las rosas,

en sus pechos había dos escudos…

Constelada de casos y de cosas…

La bailarina de los pies desnudos.

Bajaban mil deleites de los senos

hacia la perla hundida del ombligo,

e iniciaban propósitos obscenos

azúcares de fresa y miel de higo.

A un lado de la silla gestatoria

estaban mis bufones y mis mudos…

¡Y era toda Selene y Anactoria

la bailarina de los pies desnudos!

Rubén Darío

Tiene al andar la gracia del felino,
es toda llena de profundos ecos,
enlabia con moriscos embelecos
su boca obscura cuentos de aladino.

Los ojos negros, cálidos, astutos,
triste de ciencia antigua la sonrisa,
y la falda de flores una brisa
de índicos y sagrados institutos.

Cortó su mano en un jardín de oriente
la manzana del árbol prohibido,
y enroscada a sus senos, la serpiente
decora la lujuria de un sentido
sagrado. En la tiniebla transparente
de sus ojos, la luz es un silbido.

Ramón María del Valle-Inclán.

Tus manos son cual dos palomas blancas
de tu hermosura en el radiante cielo
porque el poder de tus miradas francas
las detuvo en su vuelo.
Senderos son de gloria
tus dos brazos
y son tus manos
mágicas y bellas,
de esas dos cintas de sutiles lazos
dos broches de estrellas.
Son terribles, sagradas y piadosas:
con tus uñas clavadas en mi cuello
moriría, creyendo que dos rosas
con sus espinas fieras y celosas
señalaban mi muerte con el sello
de las muertes gloriosas.

Pio Baroja

Eleanora Duse dijo de ella, en 1928:

«Como bailarina, una diosa, como mujer, una rival invencible».

Todo eso forma parte de su leyenda y de su vida, también su famosa imagen en la publicidad de los jabones «Maja» de Myrurgia.

Pero lo que de verdad cuenta es el gran poder que tenía su danza. Era pasión, sentimiento desnudo. Tórtola se especializó en danzas orientales y africanas para las que se documentaba exhaustivamente y por las que viajó por todo el mundo. En una de sus creaciones «La danza del incienso» con música de Bucalossi se decía que el movimiento se su cuerpo se volvía llama y humo.

Así definía Tórtola su pasión en 1915, en un artículo «Mis danzas»:

» Nunca debiera encerrarse la danza en los estrechos límites de un tema precioso y definido. Hay un estilo que puede llamarse natural, ya que no es producto ni de la ciencia ni de la reflexión, sino de la inspiración que brota desafiando todas las reglas, todos los convencionalismos»

Solo se conservan unos pocos minutos del registro de una de sus actuaciones:

Tórtola dejó la danza y el cine en 1930, cuando empezaban las películas sonoras. Dijo que se retiraba para tener una vida más tranquila y cuidar a su protegida, Ángeles Vila-Magret, catorce años menor y que fue su pareja sentimental hasta su muerte. En 1942 durante la represión franquista la adoptó como hija legándole todos sus bienes.

Al final de su vida se acercó al budismo, fue vegetariana y morfinómana, pero ante todo Tórtola Valencia fue una mujer libre, apasionada y misteriosa.

Murió en 1955 a los 73 años de una insuficiencia cardíaca en su casa de Sarrià en Barcelona. Sus últimas palabras las dejó escritas en un sobre:

» La patata cuando empieza a echar el tallo produce una intoxicación que se llama SOLANISMO».

Nadie ha podido nunca desentrañar su misterio.

40 años y un día

Parece el título de una condena, pero no lo es. Es el cómputo del espacio temporal por el que ha transcurrido mi vida profesional. Hoy (y un día) le digo adiós sin pena, con la sensación de trabajo bien hecho, acompañada de muchas demostraciones de aprecio y reconocimiento por parte de las personas a las que he atendido.

Pero nadie lo entiende, ¿Por qué? Eres muy joven todavía. ¿Qué harás?…

Yo también me lo pregunto, pero sé que es el momento. Me siento agua, y el agua ha de correr, cuando se estanca pierde su esencia tarde o temprano. Me he pasado la vida cuidando a los demás, tratando sus enfermedades, oyendo sus problemas, ligada a ellos por lazos de afecto y responsabilidad. Ahora toca volar, flotar, aprovechar las corrientes aéreas o marinas para ver a donde me llevan, para ver a donde van.

Montaje en la exposición ESCHER en la sala de las Drassanes de Barcelona

Las posibilidades son infinitas, aunque no lo parezcan, como en el efecto Droste, aquel bote de cacao con una enfermera que ofrece chocolate en una bandeja que a su vez contiene la misma imagen más pequeña y así una y otra vez hasta el infinito. M. Escher lo aplicó muchas veces en su obra. Aunque no se vea todo el universo está allí.

Será ver el mundo con otros ojos, será estar dentro de él. No tengo una bola de cristal para ver el futuro y saber si irá bien o no. O quizás sí.

Sí, sí la tengo. Irá bien.

LLanto. Ira. Ternura. La capilla del hombre

Oswaldo Guayasamín (Quito, 1919-Baltimore 1999) fue un pintor expresionista ecuatoriano cuya obra consigue revolver lo humano y lo divino.

“Mi pintura es para herir, para arañar y golpear en el corazón de la gente”.

Sus cuadros reflejan el horror, el dolor y la miseria. Son violentos, a la vez que denuncian la violencia, están en lucha cuando sus figuras están en guerra. Gritan, se quejan del espíritu humano, de sus abusos, de la infancia maltratada por el hambre y por el hombre. Sí aterrorizan, pero a la vez atraen.

Fue un autor prolífico cuya obra transita por tres etapas: «Huacayñan» (Camino del llanto).

«La edad de la ira». Atormentada, comprometida, impactante.

Y ya en los últimos años de su vida en «La edad de la ternura» también llamada «Mientras vivo siempre te recuerdo» dedicada a su madre, a todas las mujeres y a la inocencia de los niños.

«Mi madre era como el pan recién salido del horno. Me dio las dos vidas que tengo. Era y sigue siendo una tierna poesía…”

Guayasamín en 1995 inició un proyecto cultural en Quito que recogería parte de su obra, su casa taller en donde vivía y trabajaba, y su tumba. Lo llamó «La Capilla del hombre», en ella no se invocaba a Dios sino a los seres humanos con sus grandezas y sus miserias. A la vez reivindicaba el continente americano, su fundación y su unidad. Contiene obras de gran formato en un espacio tan sobrecogedor como el arte que acoge.

Guayasamín no lo pudo ver acabado. El 10 de marzo de 1999 murió de un infarto en Baltimore, aquel mismo día mientras se realizaban unas obras en el recinto se descubrieron 13 tumbas prehispánicas y una importante área arqueológica dentro del complejo. La capilla del hombre fue inaugurada en 2002 y declarada por la UNESCO como Proyecto prioritario para la cultura y Patrimonio cultural del estado ecuatoriano. Dentro de ella siempre está prendida la llama por la Paz y los derechos humanos. Él reposa junto al árbol de la vida.

” Siempre voy a volver. Mantengan encendida una luz”.

QUITO: LA CAPILLA DEL HOMBRE DE OSWALDO GUAYASAMIN - YouTube

“Pese a todo no hemos perdido la fe en el hombre, en su capacidad de alzarse y construir; porque el arte cubre la vida. Es una forma de amar”

Leng Jun. La fuerza de lo real

Hay quien dice que el hiperrealismo no es arte, que tan solo es una reproducción muy bien conseguida de la realidad.

Solo hay que ver la obra de Leng Jun (Sichuan, China, 1963) para opinar lo contrario. Si hubiera sido un pintor del pasado que reprodujera escenas religiosas o épicas se le podría comparar con Miguel Ángel o Caravaggio.

Él no copia, crea de nuevo el mundo. Cuando empezó a pintar, en la escuela secundaria, en China no existían los óleos, un amigo le proporcionó las pinturas y para él fue un descubrimiento que le permitió pintar bodegones, objetos cotidianos, composiciones abstractas, para acabar con lo que él consideraba más difícil, retratar personas.

“Quiero llevar mi trabajo como artista y mis habilidades pictóricas a un nivel superior […] ¿Qué es lo más difícil de pintar? Sin duda pintar personas. Aunque me gusta pintar naturaleza muerta y materiales distintos, al estar estáticos y sin aparentes cambios en relación al tiempo, no hay ningún grado de complejidad en pintarlos. Pero en el caso de las personas, las emociones que puede representar hasta el mínimo cambio en una facción hacen que sea muy difíciles pintarlas. “

En 2004 con su obra «Mona Lisa» consiguió alcanzar el reconocimiento mundial. No hizo una copia, transportó el cuadro de Leonardo a la época actual.

Hay quien dijo que era tan perfecto que quizás su obra estaba realizada sobre fotografías. Pero hay muchos videos que demuestran como trabaja.

Hoy se le considera el mejor pintor hiperrealista del mundo.

¿Quién puede decir que no es arte conseguir captar una mirada como la de esta mujer? Es una mirada que te mete dentro de sus emociones, que te permite intuir lo que le preocupa, saber quien es, ver lo que ella ve.

Y es que en la mirada está la fuerza y la verdad.

Amad el arte, entre todas las mentiras es la menos mentirosa.” Gustave Flaubert




Transparencias.

Los pasos conocen nuestro abismo

El cuerpo pasea nuestro cielo

La tormenta va dejando pedazos de carne

Cada vez más difusa cada vez más lejana

Hay un principio de azul

En este paisaje terrestre

Y otro vindicador

Como un dedo amputado

Tan sólo ves es una mujer dando vueltas

Como un huso

Y copiando su delta

En el delta de las aguas.

(Eternidad)

Max Bletcher (1909-1938) fue un escritor y poeta rumano, ahora considerado de culto. Surrealista, existencialista, hermanado con Kafka y Ionesco por su visión paradojal y absurda del mundo y con Paul Celan con quien compartía raíces judías.

Una tuberculosis ósea cambió su vida a los 19 años e influyó de una manera decisiva en su obra literaria. Casi no se podía mover, el dolor, las deformaciones, las fracturas le obligaban a llevar un corsé de escayola y a desplazarse en un vehículo especial siempre en posición horizontal.

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El vestido del mar en la concha del zafiro mueves o deslizas

navío o acróbata, tú, río vertical con la diadema

del pelo azul cascada de helechos y de gritos

y de pronto un cristal se inclina, cambias tus transparencias

y eres una mujer muerta un fantasma con el vestido del mar

en la concha del zafiro, la palmera extiende el brazo y te

saluda, los buques transportan tus andares y las nubes

tu belleza hacia el crepúsculo.

(Extracto II de «Poema»)

Lo transparente deja pasar la luz. En la naturaleza hay una flor, La Diphylleia Gravi, que cuando recibe el agua de la lluvia se vuelve traslúcida como si fuera de cristal.

Los huesos de Max Bletcher se volvieron frágiles, casi vítreos a causa de su enfermedad dejando que la luz pasara a través de él y creando su poemario «Cuerpo transparente».

Antes de morir le susurró a su madre algo para que les dijera a sus hermanos:

 «Que se paseen por donde haya flores. Que cojan flores. Y de mí, olvidaos. Y me olvidaréis. Vale más llorar junto a una tumba que compadecer a un enfermo»

Hoy leer uno de sus poemas no despierta compasión por un hombre enfermo sino admiración, como tampoco nadie se apena al ver una de esas extrañas flores que al mojarse se vuelven transparentes, porque ambos son seres únicos y excepcionales.

Mi peluquero y Moby Dick

La primera vez que entré en la que ahora es mi peluquería fue por casualidad, estaba muy cerca de casa y en aquel momento no había nadie esperando a ser atendido, por lo menos acabaré pronto, pensé, total solo voy a cortarme las puntas, probaré.

El chico que la llevaba era un encanto, enseguida me transmitió confianza, pero cuando cogió las tijeras pasó algo que me hizo arrepentirme de haber entrado. Empezó a hablar por el móvil, con una mano me cortaba el pelo (supuse que con la más hábil) y con la otra resolvía por teléfono los problemas de canguro que tenía con sus niñas. No tan solo eso, empezó a entrar gente y por señas los iba situando en las sillas y no sé cómo subió un poco el volumen de la música relajante que estaba sonando.

Yo estaba como en la silla del dentista, sin moverme y deseando que terminara cuanto antes para salir corriendo y no volver más. Pero cuando acabó (más o menos las dos cosas a la vez) me di cuenta de que el corte de pelo estaba perfecto, tal y como yo lo quería. Le expliqué los recelos que había tenido y hablamos un rato, sin prisas a pesar de las dos personas que estaban esperando. Él era autónomo, tenía que hacer malabarismos, pero de momento podía con todo.

Y mira que hoy no he acertado con el Moby, siempre me entona para trabajar, pero este último disco es tan relajante que me pone nervioso. ¿No lo conoces, es genial?

En seguida me interesaron los dos (me encantan las paradojas), el peluquero y el músico. Moby, (Richard Melville Hall, Nueva York, 1965) cuando consulté sobre él vi que era un compositor de música electrónica y que sus melodías forman parte de nuestro imaginario por ser las bandas sonoras de series famosas y anuncios. Todo el mundo conoce su tema Porcelain.

Una de las series que le hicieron famoso fue Twin Peaks, con el tema Go.

Había colaborado con Eminem, Sinead O’ Connor, David Bowie… Una de las cosas que me sorprendió más fue que en 1917 había publicado su autobiografía «Porcelain» en la que narraba como había superado sus adicciones y se había hecho cristiano, abstemio y vegano. Fue un libro superventas. No es de extrañar, no en vano es el bisnieto de Herman Melville, sí, el autor de Moby Dick.

Muy interesantes los dos: Moby y Dani, mi peluquero.

El órgano de papel de Leonardo da Vinci

En 1964 tuvo lugar un descubrimiento maravilloso. El jefe de la sección de manuscritos de la Biblioteca Nacional de Madrid encontró «Los Códices de Madrid» después de haber estado traspapelados durante más de trescientos años. Eran escritos y dibujos de Leonardo da Vinci. En ellos había notas, pensamientos, descripciones detalladas de artilugios mecánicos.

En el códice número II, en el folio 76 se encuentra un boceto para la construcción de un órgano de fuelle continuo, teclado vertical y tubos de papel, algo sumamente raro para la época. En aquel tiempo los órganos eran muy pesados y exigían mucho esfuerzo manual, este tenía la particularidad de al pesar poco se podía transportar.

En 1992 Joaquín Saura, constructor de instrumentos musicales y autor del «Diccionario técnico histórico del órgano español» consiguió descifrar el folio 76 y pudo construir el órgano siguiendo las pautas de Leonardo.

Todo ensamblaba a la perfección, todo encajaba hasta en los más mínimos detalles. El sonido del órgano era suave, recordaba a una flauta dulce. Así, tres siglos más tarde se pudo escuchar el órgano de Leonardo aunque él no hubiera escrito nunca música. Debió ser una de las pocas cosas que no se atrevió a hacer.


En 2019 para la conmemoración del V aniversario de la muerte de Leonardo la ciudad de Milán volvió a reproducir el instrumento. sonaba así.

«Los hombres geniales empiezan grandes obras, los hombres trabajadores las terminan.» Leonardo da Vinci.

Del circo al Metropolitan Museum de Nueva York. Suzanne Valadon

Esta es la historia de una mujer que siempre hizo lo que quiso. Se llamaba Suzanne Valadon (Haute-Vienne, 1865-Paris)

Nació en una familia humilde, su madre se fue a Paris cuando enviudó para trabajar de lavandera. A los dieciséis años tuvo un hijo al que le puso el apellido de un amigo y que luego sería el famoso pintor Maurice Utrillo.

A ella le gustaba el circo y consiguió ser trapecista en el Circo Medrano de Pigalle en donde se concentraba la Bohemia parisina. Allí conoció a Toulouse-Lautrec, Degas, Renoir que la admiraban por su talento con las acrobacias y por su belleza, pero un día una fatal caída acabó con su sueño y tuvo que dejar el circo. Sus amigos pintores la ayudaron a sobrevivir proponiéndola que posara como modelo.

Lavandera (Toulouse-Lautrec, 1884-1888)
La trenza (Auguste Renoir, 1886)
Mujer en la tina (Edgar Degas, 1886)

Las largas horas que pasó posando en los estudios hicieron posible que observara las técnicas, los materiales, los trazos de los artistas. Así aprendió a pintar. Degas la animó y la aceptó como alumna. Ella misma fue la modelo de sus propios cuadros, pintó su cuerpo, su «toilette», el baño de su hijo, pero sobre todo cuerpos femeninos desnudos.

En sus pinturas refleja pasión y su libertad, pronto estas son reconocidas en los ambientes artísticos de París por su naturalidad y por los trazos negros que perfilan las figuras dándoles fuerza. En 1894 cinco de sus dibujos se exponen en el salón de La Nacional.

En 1896 se casa con un agente de cambio y bolsa, `pero se separa unos años después para irse a vivir con un amigo de su hijo, mucho más joven, el pintor André Utter, al que retrata innumerables veces desnudo, lo cual fue un escándalo en aquel momento porque no era habitual pintar desnudos masculinos.

Uno de sus cuadros más celebres fue Adán y Eva (1909) en donde aparecen los dos juntos.

André no triunfa como pintor, pero hace de marchante de Suzanne y ayuda a que su obra sea reconocida, también representa al hijo de esta Maurice Utrillo.

En 1910 Suzanne amplia la temática de sus cuadros, pinta escenas familiares, paisajes, animales…

Retrato de familia (1912)

En 1914 movilizan a Utter en la Gran Guerra y justo antes de despedirse se casan. Cuando vuelve del frente se mudan a una mansión, tienen coche y una cabra en casa para que se vaya comiendo los dibujos y borradores desechados.

El tiempo pasa y la relación también termina, los últimos años de su vida los pasa junto a Gazi, un amigo al que conoció como guitarrista en un bar.

Suzanne Valadon muere en Paris el 7 de abril de 1938 a los 72 años en la ambulancia que la trasladaba al hospital tras haber tenido una hemorragia cerebral.

A su entierro en el cementerio de Saint-Ouen acudieron muchos de sus compañeros y amigos, André Derain, Pablo Picasso, George Braque.

Hoy sus obras se exponen en muchos museos del mundo, en el Centro George Pompidou, en el MET (Metropolitan Museum of Art de Nueva York).

A pesar de su brillante y exitosa trayectoria como pintora, de haber triunfado y de haber vivido según sus propias normas, pocas personas conocen su nombre y su obra, a veces es mencionada como la madre de Maurice Utrillo, aunque sea considerada una de las pintoras postimpresionistas más importantes del mundo.

Me desordeno, amor, me desordeno

Me desordeno, amor, me desordeno
cuando voy en tu boca, demorada;
y casi sin por qué, casi por nada,
te toco con la punta de mi seno.

Te toco con la punta de mi seno
y con mi soledad desamparada;
y acaso sin estar enamorada;
me desordeno, amor, me desordeno.

Y mi suerte de fruta respetada
arde en tu mano lúbrica y turbada
como una mal promesa de veneno;

y aunque quiero besarte arrodillada,
cuando voy en tu boca, demorada,
me desordeno, amor, me desordeno.

Carilda Oliver Labra, Memoria de la fiebre, 1958

Carilda Oliver, nacida en Matanzas, Cuba (1922-2018), fue una de las más destacadas poetisas hispanoamericanas. Premio Nacional de Literatura (1998). Doctora en derecho civil, abogada de profesión, profesora de dibujo , escultura y pintura; y poetisa por naturaleza.

Fue el máximo exponente de la poesía erótica cubana. «La llamaban la novia de Matanzas». Podría hablar de sus logros, de sus innumerables reconocimientos, pero solo hace falta leerla para saber de ella:

A la esperanza vuelvo, a la madera…

A la esperanza vuelvo, a la madera
que construyó mis días importantes,
a la extraviada primavera
de antes.

A la justicia de mirarlo todo
como si me perteneciera,
que en fin de cuentas no hay un modo
de abandonar el hambre de la fiera.

Adiós

Adiós, locura de mis treinta años,
besado en julio bajo la luna llena
al tiempo de la herida y la azucena.
Adiós, mi venda de taparme daños.


Adiós, mi excusa, mi desorden bello,
mi alarma tierna, mi ignorante fruta:
estrella transitoria que se enluta,
esperanza de todo por mi cuello.


Adiós, muchacho de la cita corta;
adiós, pequeña ayuda de mi aorta,
tristísimo juguete violentado.


Adiós, verde placer, falso delito;
adiós, sin una queja, sin un grito.
Adiós, mi sueño nunca abandonado.

Así se describe y se siente:

Carilda

Traigo el cabello rubio; de noche se me riza.
Beso la sed del agua, pinto el temblor del loto.
Guardo una cinta inútil y un abanico roto.
Encuentro ángeles sucios saliendo en la ceniza.

Cualquier música sube de pronto a mi garganta.
Soy casi una burguesa con un poco de suerte:
mirando para arriba el sol se me convierte
en una luz redonda y celestial que canta…

Uso la frente recta, color de leche pura,
y una esperanza grande, y un lápiz que me dura;
y tengo un novio triste, lejano como el mar.

En esta casa hay flores, y pájaros, y huevos,
y hasta una enciclopedia y dos vestidos nuevos;
y sin embargo, a veces… ¡qué ganas de llorar!

En una entrevista para la revista El Búho en 2010 decía así:

«La poesía para mí es la salud porque cuando escribo me siento muy bien. Una está como en una nube, con los versos una empieza a saber que una no es una, hasta que te sorprende la poesía. Ella es quien llega, ella es quien busca y ella llegó. Entonces tomo la pluma y trato de escribir y lo voy haciendo lentamente, a tientas, evitando la lupa, porque noto que la lupa entorpece mis ideas».

Como ella decía: «Una mujer que supo amar y supo contarlo».

El reloj floral de Carlos Linneo

Cuando no había relojes, el sol y la naturaleza señalaban el paso de las horas.

Todos los seres vivos tienen un ritmo que va variando según el momento del día, sobre todo el de las especies botánicas, este hecho da una información valiosa sobre algo tan preciso como es la hora.

Carlos Linneo (Rashult, 1707- Upsala, 1778) fue un científico, botánico y naturalista, especializado también en farmacia y medicina. Él creó la nomenclatura científica de todas las plantas conocidas en su día. Su tratado «Species Plantarum» (1753) nació de la necesidad de designar nombres universales para las especies, pues en cada pueblo, en cada país las plantas y las flores se llamaban de distintas maneras. Lo hizo usando el latín, poniendo en primer término el género escrito en mayúsculas y en segundo el nombre específico en minúsculas. Así se formó la guía universal del nombre de las plantas que se utiliza hoy en día.

Carlos Linneo

Una mañana paseando por el campo observó que cada flor se abría en un momento determinado y que era posible saber la estación del año, el mes y la hora exacta según el ritmo de apertura de las mismas. Esto tenía algunas variaciones según el lugar y el clima, pero funcionaba con tanta exactitud que le permitió crear un reloj hecho exclusivamente con flores.

En la naturaleza todo tiene propósito y sentido. Las flores se van abriendo a la luz según el biorritmo de los insectos que las polinizan.

El reloj floral está dividido en dos partes. En el lado izquierdo, empezando a las seis, se encuentran las plantas que se abren por la mañana. Algunas de estas serían:

5 y 6: achicoria, amapola y calabaza.

6 y 7h: crepis rubra, enredadera.

7 y 8h: lirio de la hierba, nenúfar, tusílago, alquimia, hipérico.

8 y 9h: anagalis, calta palustre, centaurea.

9 y 10h: betónica silvestre, margarita, caléndula.

10 y 11h: anémona de tierra, vinagrera, spergularia.

11 y 12 horas: tigridia, cerraja, aizoácea.

En el lado derecho, empezando por las doce:

12 y 13h: caléndula, petrorhagia.

13 y 14h: anagalis, hieracium.

14 y 15h: achicoria, diente de león, calabaza.

15 y 16h: lirio de hierba, tusílago, hieracium rojo.

16 y 17h: dondiego de noche, vinagrera, nenúfar.

17 y 18h: amapola.

Es un reloj bastante fiable, seguro que en el pasado muchas personas ya sabían leer en las flores lo que pasaba a su alrededor.

Hay una poesía de Jorge Guillén (1893-1984) que relaciona la naturaleza con el paso de las horas.

Las doce en el reloj:

Dije: Todo ya pleno.
Un álamo vibró.
Las hojas plateadas
Sonaron con amor.

Los verdes eran grises,
El amor era sol.
Entonces, mediodía,
Un pájaro sumió
Su cantar en el viento
Con tal adoración
Que se sintió cantada
Bajo el viento la flor
Crecida entre las mieses
,
Más altas. Era yo,
Centro en aquel instante
De tanto alrededor,
Quien lo veía todo
Completo para un dios.
Dije: Todo, completo.
¡Las doce en el reloj!

Jorge Guillen

No en vano para Guillén la plenitud del ser humano es estar en el mundo contemplando gozosamente la naturaleza.